La integración es un proceso bidireccional
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La integración puede considerarse el resultado de esfuerzos y compromisos recíprocos. Volviendo al símil del árbol que se planta en otro lugar, si la migración es un desarraigo, para el arraigo se requiere un suelo fértil…
Esto quiere decir que para llegar a sentirse como en casa no basta con la voluntad de la persona que migra. También desempeñan un papel importante la actitud de la sociedad de llegada hacia la diversidad cultural y la forma en que recibe a los migrantes. Por su parte, el migrante debe aceptar las leyes y los valores fundamentales de la nueva sociedad. Por la otra parte, la sociedad que lo recibe debe posibilitar la integración basada en el respeto y la dignidad, ofreciendo las condiciones necesarias a nivel jurídico, social, educativo y sanitario.
Nostalgia por ambas partes
Las rápidas transformaciones de la sociedad, como el incremento demográfico y la gran diversidad cultural de Luxemburgo y de nuestro mundo globalizado, hacen que no solo las personas que llegan, sino también las que ya viven aquí puedan sufrir una pérdida de referencias que les lleve a dejar de sentirse como en casa. Los autóctonos, en ocasiones, podemos sentirnos desbordados por los cambios, como si ya no conociéramos o domináramos nuestro propio entorno. Es, sobre todo, como si ya no encontrásemos lo que antes definía nuestro país, y a lo que estábamos apegados. Todo esto puede hacernos añorar el tiempo pasado en que nos sentíamos pertenecer a una comunidad que nos definía.
¿Qué idioma habla?
La comunicación entre los ciudadanos es posible a través de una lengua compartida por todos. En muchos casos, al afincarse en otro país, los inmigrantes tienen que aprender otro idioma. Así les va mejor en la vida cotidiana y se encuentran mejor en el país de acogida.
El sentimiento de extrañeza y discapacidad que podemos tener expresándonos en una lengua que tratamos de aprender no siempre es fácil de superar. No tenemos la soltura de antes en las relaciones sociales y podemos perder la confianza en nosotros mismos. Tememos no entender o no comunicarnos. Durante toda la migración nos enfrentamos a situaciones que pueden hacernos sentir incompetentes.
Aprender otro idioma es un proceso que puede ser muy largo. Es normal no llegar siempre a hacernos entender o a comunicarnos espontáneamente, sobre todo en temas complejos. Durante cierto tiempo, no conseguiremos expresarnos en sobrentendido, recurrir al humor o a hablar de nuestros sentimientos como lo hacemos en nuestra lengua materna. Necesitamos años para adaptarnos a un nuevo modo de comunicación con su lógica, sus formas de cortesía, sus gestos y su mímica diferentes.
Vivir juntos
Todos sentimos la necesidad de agruparnos o acercarnos más a las personas con quienes tenemos afinidad y puntos en común, compartimos el origen o la lengua que hablamos. Cuando cambiamos de país, el grupo de compatriotas es muy importante para nosotros. Nos devuelve una sensación de seguridad y de familiaridad que habíamos perdido.
Si bien estos sentimientos positivos nos ayudan a atravesar un momento crítico de la adaptación, también pueden ser un obstáculo para dicha adaptación cuando los contactos sociales se limitan únicamente a los compatriotas. En la interacción con el conjunto de la sociedad diversificada es donde vivimos también experiencias enriquecedoras y que convierten la migración en un activo.
La convivencia entre personas de distintos orígenes culturales, lenguas y modos de vida, tradiciones y valores puede tener un efecto desestabilizador para todos los implicados. En efecto, para todos nosotros, tanto los migrantes como quienes reciben, los cambios en nuestro mundo globalizado son un reto al que debemos adaptarnos. Ambas partes deben hacer gala de flexibilidad y tolerancia para que de las sociedades multiculturales surjan sociedades en transición en que todos acepten sus nuevas identidades, fruto de todo tipo de mezclas. El espíritu de apertura y el respeto por las demás formas de ver, actuar y pensar son fundamentales en el devenir de una sociedad multicultural, y nos permiten reconocer los puntos fuertes y los valores que tal sociedad ofrece.